En su reporte sobre los riesgos del negocio minero global 2014-2015, Ernst & Young concluye que los diez mayores riesgos son: (1) Baja productividad; (2) dilemas de capital; (3) licencia social; (4) nacionalismo de los recursos; (5) inversiones; (6) volatilidad del precio y de las monedas; (7) compartir los beneficios; (8) Acceso a infraestructura; (9) talento, y (10) acceso a agua y energía.
Estos riesgos están vinculados a las inversiones y operaciones mineras y todos ellos están presentes en Chile, pero el ordenamiento por prioridad es distinto del global.
La hipótesis de Ernst & Young es que el superciclo habría afectado el ADN de las compañías para adaptarse al crecimiento solo mediante indicadores de performance y de procesos. Hay ahora una convicción de que la recuperación de la productividad perdida es vital para la rentabilidad de largo plazo y para obtener adecuado retorno del capital.
El segundo riesgo más importante es la asignación de capitales, ya que durante el auge del superciclo las mineras concluyeron que dicha asignación fue adversa, no solo por la gran cantidad de proyectos cuyos resultados aún no se han alcanzado, sino por la distribución de los dividendos, en que los accionistas fueron desplazados del primer lugar por los gobiernos y por el aumento de renta de ejecutivos y trabajadores.
Mientras la licencia social (riesgo tres) es cada vez más difícil de obtener en todo el mundo, el nacionalismo de los recursos va en retirada en la medida en que el superciclo se sumerge en un valle de mediocridad de precios.
El riesgo cinco, las inversiones están aún a la espera, pero las compañías se comienzan a preparar para la próxima fase inversional, la que no puede ser esquivada en el futuro.
El riesgo seis, la volatilidad del precio y de las monedas, ha sido histórico y será analizado en una clase posterior.
El siete, compartir los beneficios, es un complemento de la licencia social, pero no la garantiza, al menos en el corto plazo.
Los riesgos ocho a diez son bien conocidos en Chile. Mientras el acceso a infraestructura no marca aún un cuello de botella para el país, la necesidad de talento ha ido bajando de prioridad, al menos respecto del número de personas capacitadas, si bien no para la calidad del entrenamiento.
Y, por último, el acceso al agua y a la energía son un número uno en el país, como ya quedó demostrado en la clase del sábado pasado.
Esta clase analiza los riesgos tecnológicos y de gestión endógenos de las compañías mineras durante la ejecución de proyectos, los que representan un segmento reducido de los riesgos generales que se han descrito. Los primeros tienen como resultado atrasos en la puesta en marcha, menor producción para las fechas prometidas, y pérdidas en el Valor Presente del Proyecto.
El riesgo de que el proyecto sea más caro de lo proyectado es, usualmente, una suma de aspectos tecnológicos y de gestión endógenos y de factores exógenos tales como la inflación de costos generada por la escasez de mano de obra, de materiales y de equipos para la construcción.
La gestión de proyectos
De acuerdo con el Independent Project Analysis, IPA, institución basada en los Estados Unidos. O bien costaron mucho más de lo diseñado, o tardaron excesivamente en funcionar, o, peor, funcionaron solo a medias. Esto fue responsabilidad principalmente de las compañías mineras dueñas de los proyectos (mandantes), pero también de las empresas de ingeniería que fueron contratadas como contratista principal.
Estos riesgos se originan en una amplia variedad de factores de gestión y también de tipo tecnológico.
El más importante factor de riesgo es, posiblemente, la falta de un líder experto en el alto nivel corporativo del mandante. Ello puede conducir a que este no tenga sus objetivos claros y que, por consiguiente, traspase con frecuencia su ámbito de competencia, o bien, no identifique tempranamente aspectos cruciales en el desarrollo del proyecto.
Las prácticas equivocadas en la dirección de proyectos incluyen: llevar adelante proyectos marginalmente rentables, lo que implica que cualquier contratiempo lo transforma en un mal proyecto; seleccionar al contratista principal no por calidad y confiabilidad, sino por precio; asignar al contratista principal un contrato muy grande en que este no tiene todas las competencias necesarias.
También acelerar la ejecución del proyecto, saltándose etapas clave de la ingeniería para aprovechar precios altos o por presiones varias; cambio de las características del proyecto a medio camino, obligando a rehacer la ingeniería; cambio del contratista principal debido a la elevación de costos del proyecto o por la prolongación de los plazos de ejecución.
Además, contar con equipos inadecuados de ingeniería de contraparte al contratista principal; hacer muchos proyectos al mismo tiempo, sin contar con capacidad para ello; desarrollar proyectos en que la tecnología no está lista.
Y, por último, falta de identificación temprana de obstáculos políticos, sociales y ambientales o de dificultades para la obtención de derechos de agua, energía, terrenos, y derechos mineros, y falta de caracterización adecuada del elemento principal, el yacimiento.
En Chile hay un alto reconocimiento de estos problemas en la industria minera, justamente porque en las últimas dos décadas hemos visto que estas prácticas condujeron a resultados muy por bajo el óptimo.
El Tesoro, Spence, Gabi, Esperanza
Veamos ahora tres casos de minas chilenas inauguradas a partir del año 2000: El Tesoro, Spence, Gabi y Esperanza; todas situadas en la II Región de Antofagasta.
El Tesoro, perteneciente a Antofagasta Minerals (AMSA), es un caso de éxito de una mina que comenzó a explotarse en la década del 2000.
Originalmente estaba diseñada para producir 60 mil toneladas anuales, posteriormente su diseño fue ampliado a 75 mil toneladas anuales.
En 1999, la compañía anunció que la inversión sería de unos 250 millones de dólares y la puesta en marcha ocurriría en 2001.
Ambas metas se cumplieron, e incluso el segundo año de operación su producción excedió a la capacidad de diseño original.
Menos de lo proyectado
Spence, perteneciente a BHP Billiton, partió en 2006; Gabriela Mistral (Gabi), de Codelco, en 2008, y Esperanza de AMSA en 2011.
La Figura 1 muestra la puesta en marcha de las tres minas y la comparación entre la suma de sus producciones de diseño y la efectivamente lograda. Las tres comenzaron más tarde de lo anunciado, perdiendo en promedio un año de producción cada una. En 2013, en conjunto, produjeron 113 mil toneladas menos de lo que se había proyectado originalmente.
¿Por qué no se logró?
Spence alcanzó el 82% de su capacidad de diseño original de 200 mil toneladas de cobre anuales. Algo similar ocurrió en Gabriela Mistral, la que alcanzó en 2013 el 83% de su capacidad de diseño original de 150 mil toneladas anuales.
En ambos casos, la razón destilaría en una insuficiente comprensión de la composición de la roca extraída, lo que llevó a obtener recuperaciones menores a lo proyectado en el proceso de lixiviación.
En el caso de Esperanza, esta alcanzó el 87% de su capacidad de diseño en el segundo año de operación y el 91% en el tercer año.
Habría habido aquí, también, una evaluación insuficiente sobre la roca que llegaría a la planta, ya que esta fue más dura de lo planeado y habría causado una menor recuperación de agua.
Tres de cuatro
De estos cuatro casos de minas inauguradas a partir de 2000, tres no cumplieron ni con el plazo ni con su capacidad de diseño.
Si la causa de fondo de la pérdida de capacidad de diseño fue el inadecuado conocimiento de los yacimientos o bien fallas en los procesos metalúrgicos para recuperar el cobre, o algo de ambos, no sabemos aún.
Estas deficiencias en el diseño y puesta en marcha de proyectos se habrían originado en una combinación de causas tecnológicas y de gestión, y evidencian que el riesgo de poner en marcha minas de cobre es muy alto, pero aun así la rentabilidad las justifica.
¡Hasta el próximo sábado!
El profesor ayudante de este curso es David Peters, ingeniero de proyectos Departamento de Ingeniería de Minería UC.
En Chile hay un alto reconocimiento de los problemas en la industria minera, justamente porque en las últimas dos décadas hemos visto que prácticas equivocadas condujeron a resultados muy por bajo el óptimo.
( Fuente: El Mercurio )