La preocupación por el cuidado del medio ambiente, el cambio climático, la seguridad energética y los impactos integrales sobre las comunidades, durante los últimos años se ha instalado con fuerza y, a veces, «a la fuerza» en la conciencia de todo el mundo. Hemos entendido el verdadero costo y nuestra dependencia de los combustibles fósiles y vemos más claramente que si no se aborda urgentemente el cambio climático y los problemas de suministro energético, el mundo se encuentra seriamente limitado en sus potencialidades de crecimiento, frustrando de paso la promesa de poder dar vida digna a todos sus habitantes o expuesto a impactos dramáticos e irreversibles en nuestro entorno, con una determinación forzada y no deseada en nuestro estilo de vida.
La economía mundial y las fuerzas motrices que guían los negocios se dirigen hacia un período de transformación profunda y estructural, cuyos efectos se comienzan a sentir. Sin embargo, sus impactos de largo plazo son un espacio por construir y, en este proceso de visualización, tienen ventaja (como en todo cambio estructural) quienes se conecten mejor con la intuición más que con los modelos analíticos útiles para el pasado reciente.
Así, los desafíos y fuerzas transformadoras de estos tiempos tienen que ver con un aumento sin precedentes de la demanda por recursos naturales finitos del planeta, lo que ha hecho subir los precios de la energía y los productos básicos, y el incremento acelerado de la población mundial más la tendencia a la urbanización, implican que para el año 2050 unos 9.000 millones de personas deberán disfrutar de un nivel de vida aceptable, acorde con los límites de nuestro planeta y sus expectativas de estilo de vida.
Y también, con la continuidad y seguridad del suministro de recursos para satisfacer una demanda global cada vez mayor, se ve amenazada por la inestabilidad social, ambiental y geopolítica, y las demandas de una mayor población necesitando más energía, combustible, alimentos y agua se agravan aún más por los efectos del cambio climático.
Es inevitable: los países, las empresas y sus cadenas de suministro deberán dar respuesta a estas condiciones o inevitablemente sucumbir a ellas. Por ahora, la respuesta es reactiva. Sin embargo, no por ello menos importante, toda vez que, por medio de esta respuesta, las organizaciones comienzan a construir competencias que les servirán para adaptarse mejor a este nuevo contexto.
En este sentido, podemos mencionar algunas competencias organizacionales para transformar los efectos restrictivos de la escasez de recursos y las complejidades que suponen el comercio actual en oportunidades de crecimiento sostenibles.
Éstas son:
Eco-medición del desempeño.
Cero residuos.
Desarrollo y uso de recursos renovables.
Resilencia ante el cambio del clima.
Crecimiento colaborativo y eficiencia.
Involucrar a las comunidades, proveedores y clientes en la sustentabilidad.
Cuando se deciden a abordar el tema de la sustentabilidad en sus organizaciones, la mayoría de las empresas comienzan el desafío con el desarrollo de más y mejores buenas prácticas empresariales sustentables en sus propias operaciones.
Sin embargo, para muchas empresas, la mayoría de los impactos significativos se producen a lo largo de sus cadenas de suministro y, por estar más allá de sus fronteras tradicionales, estos son difíciles de reconocer y manejar.
Entendemos por Sustentabilidad en la Cadena de Suministro como la gestión de los impactos ambientales, sociales y económicos, y el fomento de las prácticas de buen gobierno corporativo y de inclusión comunitaria, a través de los ciclos de vida de productos y servicios.
Evolución necesaria
Hoy vemos en el escenario de la sustentabilidad una fuente intensa e inevitable de nuevas regulaciones, de cambio en las expectativas (exigencias) de clientes y de avance de competencia con estándares mayores al respecto.
Lo anterior, junto con plantear un gran desafío, abre enormes oportunidades para quienes estén dispuestos a trabajar en esta dirección.
Sería miope no ver que, en temas medioambientales y energéticos, el «ritmo de cambio» aumenta exponencialmente y sería de una ceguera total no visualizar que aquellas cadenas logísticas que desarrollen la capacidad de construir su servicio de forma sustentable generarán una ventaja competitiva muy relevante, un elemento diferenciador que incluso determinará, para ciertos mercados, quienes estarán y quienes no.
Desde una perspectiva de logística integrada, el valor generado por los puertos ha evolucionado desde la eficiencia como puntos independientes de carga y descarga de mercancía a crear valor como puntos de intercambio modal en el transporte, respondiendo a las exigentes y cambiantes necesidades de los clientes del comercio interno y externo.
La consideración de un puerto desde una perspectiva logística o de cadena de suministro significa que no solo se deben tener en cuenta las actividades que se desarrollan al interior de los límites físicos portuarios, sino también la influencia que estas actividades tienen sobre el transporte anterior y posterior a dicho puerto. Lo anterior es válido para todas las dimensiones de la sustentabilidad y no solo respecto de la eficiencia operacional y económica.
Si se trata de avanzar hacia estándares de sustentabilidad que nos permitan gestionar una oferta de servicios logísticos valiosos para el desarrollo futuro, los puertos necesariamente se deberán involucrar, a la altura de su rol y responsabilidades, en el desafío de la eficiencia de las cadenas logísticas extendidas, tanto en su reducción de costos como en la mejora de servicios, participar activamente en la reducción de la intensidad de emisiones de contaminantes y CO2 en dichas cadenas, avanzar hacia la eficiencia energética y responder adecuadamente a los impactos sobre las comunidades de las ciudades puerto de sus operaciones.
( Fuente: El Mercurio )