Libro relata dura epopeya minera en pleno desierto

libroLa historia dice que el desierto nortino es un lugar de paso, donde el arraigo es difícil, al convivirse con la soledad y el aislamiento geográfico.

Testimonio de ello son decenas de pueblos fantasmas que a lo largo de la historia quedaron regados a su suerte por la agonía económica y el cierre de antiguos yacimientos de cobre, plata y salitre.

En la Ruta B-25, entre el sector del Oasis y Calama, es posible contemplar desde el camino la chimenea silente de Chacabuco o los cimientos derruidos de las oficinas Francisco Puelma y Anita. O un poco más allá las ruinas del mítico pueblo de Pampa Unión, que en 1915 llegó a ser el más importante centro de diversión y juerga de la pampa.

Por décadas su nombre fue sinónimo de bohemia, mujeres complacientes, comercio y parrandas eternas. De hecho, se cuenta que allí nunca se pudo fundar una iglesia por temor a que Jesús bajara de la cruz y arrancara ante tanto desacato a la moral y a las buenas libro1costumbres.

Historia

Sin embargo, más allá del mito y el realismo mágico que envuelve el relato de los pampinos, los poblados de Baquedano y Sierra Gorda han resistido el paso del tiempo, quebrando la tendencia de que es imposible arraigarse en el desierto y construir un nuevo futuro.

Como relatan los adultos mayores, el nombre Sierra Gorda fue acuñado por el naturalista polaco Ignacio Domeyko, en el siglo XIX, debido a que la zona es una extensión de montañas consecutivas de baja altura.

Baquedano, en tanto, debe su nombre al general Manuel Baquedano González, comandante en jefe de las tropas chilenas durante la Guerra del Pacífico, y que entre otras epopeyas, se le recuerda por haber liderado el desembarco de Pisagua, junto al comandante de Infantería, Erasmo Escala Arriagada.

Esta maniobra militar, efectuada en noviembre de 1879, es considerado el primer desembarco anfibio de la historia mundial.

libro3Proyecto

Minera Centinela, del grupo Antofagasta Minerals, con el apoyo del municipio de Sierra Gorda, decidió rescatar parte del patrimonio oral de sus adultos mayores, relevando historias de vida y el devenir social de estos asentamientos que nacieron precisamente por la minería de la plata y más tarde por la industria del salitre y la llegada del ferrocarril.

Este trabajo se concretó en el libro «Mi vida, Nuestra Historia: Sierra Gorda y Baquedano en los ojos de sus adultos mayores», documento que se concibió como un reconocimiento a estas comunidades.

En el recuerdo de los adultos mayores quedan los tiempos de la pulpería, los juegos de la chaya, las veladas, la fiesta de la primavera o los carnavales de verano amenizados con viajes en tren, o los malones donde el poblado se transformada en una sola familia, siempre unida y alegre, como lo cita el vecino Armando Fredes.libro 2

También de los años de esfuerzo, de vivir sin agua ni luz en medio del desierto, de tener que trabajar desde niño o asistir a una precaria pero acogedora escuela primaria, donde improvisados cajones servían de asientos y escritorios.

Además, en el libro han quedado grabados los recuerdos de sus tíos y abuelos que recorrieron la pampa vendiendo agua a lomo de burro o escudriñando la tierra en las oficinas salitreras aledañas a la comuna, como Chacabuco o Pedro de Valdivia, o en las alejadas minas de la «comarca de plata» de Caracoles.

En palabras del escritor, investigador y recopilador antofagastino, Sergio Gaytán, este libro «rescata y valora a nuestros adultos mayores, dejando una enseñanza para las nuevas generaciones».

«Me toca ser de alguna manera uno de los privilegiados que leemos el libro antes que la gente lo conozca, y les puedo mencionar que se trata de un documento que no improvisa, sino que se construye de relatos de los mismos habitantes de la comuna», agregó.

libro4Sobre las razones que llevaron a la empresa a editar este libro, André Sougarret, gerente general de Minera Centinela, precisa que «los vecinos más antiguos de Sierra Gorda y Baquedano, aquéllos que han crecido y desarrollado al alero del desierto más árido del mundo, nos heredan valiosos testimonios de vida, los que plasmados en el libro podrán ser transmitidos a las nuevas generaciones, especialmente a través de la lectura y la reflexión en las escuelas de la comuna».

Talleres

Gran parte de los testimonios fueron capturados durante talleres realizados con el respaldo de la municipalidad y ejecutados por la Fundación Casa de la Familia.

«Cuando uno escucha a los adultos mayores de Sierra Gorda y Baquedano es inevitable sentir su nostalgia y revivir con ellos sus experiencias de vida, llenas de esfuerzo y sabiduría. Cómo han logrado trabajar en la minería, cómo lograron sobrevivir siendo pirquineros, cómo las mujeres sacaron adelante a sus familias en condiciones que no siempre fueron favorables», explica el alcalde de la comuna, José Guerrero.

Guerrero, quien trabajó más de 20 años como minero (1982 a 2008), manifestó su emoción al ver cómo las vivencias de los vecinos de la tercera edad quedaron plasmadas en este histórico libro.

DESDE CARACOLES AL BOOM DEL COBRE

Respecto de los orígenes de Sierra Gorda, hay que resaltar que el sustento histórico de esta comuna se asocia inevitablemente al quehacer minero, primero como asentamiento de los trabajadores de la mina de plata Caracoles, alrededor del año 1872, y luego con la industria del salitre.

Caracoles fue descubierta cuando la zona aún era territorio boliviano por José Díaz Gana en marzo de 1870 y más que sólo una mina, repetidamente se habla del lugar como «una comarca de plata». Fue ocupada por tropas chilenas en 1879, durante la Guerra del Pacífico, y sus pertenencias y minas aledañas se explotaron comercialmente hasta pasado el año 2000.

Ignacio Echeverría con sus más de 90 años a cuesta, es uno de los vecinos más antiguos de la comuna y uno de los mineros más experimentados de la zona, gracias a sus décadas de experiencia cateando desmontes y minas en el sector de Caracoles. «Nosotros vivíamos y prácticamente moríamos arriba, en la soledad del cerro y la pampa buscando las riquezas de la tierra. Pasábamos meses viviendo en pequeñas cuevas, las que improvisábamos como nuestras casas. Allí reponíamos las fuerzas y nos armábamos de paciencia para bajar al pique y escudriñar la roca para que botara la plata», cuenta.

Otro coloso económico en la historia de la comuna fue la compañía minera Flomax, que operó principalmente entre las décadas de los setenta y noventa. Esta empresa, la más grande en ese entonces en la zona, instaló una planta para recuperar minerales de plata a mediana escala, cuya producción en su mayor parte era traída desde las cercanías de Caracoles, generando un número importante de puestos de trabajo a nivel local (llegó a tener hasta 300 trabajadores en tres turnos).

Muchas generaciones de mineros de la región y de Sierra Gorda pasaron por esta compañía, cuya planta utilizaba el proceso de proceso de cianuración por agitación y lavado en contracorriente para procesar el mineral de plata, toda una innovación para la época.

Minas

Las minas más importantes que abastecían a la planta Flomax eran la Sudamérica seguida de la Calameña, Iris, Mejicana, Deseada y Recuerdo, entre otras. Las vetas se explotaban entre los 150 y 250 metros, por lo que el trabajo era difícil y muy sacrificado.

Nilson Nieves también fue pirquinero, pero empezó en el rubro transportando metales para Flomax. Fue el dueño de la mina, Tomás Astorga, quien le ofreció trabajo para limpiar los desmontes en el sector de la Isla, donde se ubicaban las minas Marieta, Lisa, Cleopatra y Berta, entre otras. Luego con Raúl Álvarez y el alcalde José Guerrero incursionó como minero propiamente tal, bajando a los piques a más de 300 metros de profundidad.

No obstante, el gran despertar económico de la comuna se comienza a fraguar con la minería del cobre, a partir de 1990. Hoy las operaciones de Minera Centinela (integración de las mineras El Tesoro y Esperanza) del grupo Antofagasta Minerals, Minera Sierra Gorda KGHM, Spence de BHP Billiton, Lomas Bayas de Glencore y Minera Gabriela Mistral de Codelco son gigantes del desarrollo comunal.( El Mercurio de Antofagasta )

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