Mediodía. Hace más de una hora que el almuerzo está listo en la posada «Canto del Mar», una de las pocas que aún existen en el pueblo minero de Michilla, ubicado a 109 kilómetros al norte de Antofagasta. Hasta el año pasado, a esta hora Eliana Cortés no paraba de servir cazuelas a los agotados contratistas y subcontratistas que bajaban de la minera Carolina de Michilla, faena ubicada tras los cerros del poblado.
Hoy no hay nadie en el restaurante. Los contratistas dejaron de venir el 31 de diciembre pasado, cuando la mina -propiedad de Antofagasta Minerals desde 1980- cerró definitivamente, debido al agotamiento de sus reservas de cobre. Así, los 540 trabajadores de Michilla, entre empleados de la compañía y externos, bajaron para no volver más. En el «Canto del Mar» la ausencia se nota. Si no es por la televisión prendida, sólo se oiría la cebolla friéndose en la cocina. Dice Eliana:
-Hubo un tiempo en que esto se compuso un poquito por los turistas, pero el aluvión vino a rematarlo todo.
Directa o indirectamente, todo lo que ocurra en este pueblo depende de la actividad minera que ocurra allá arriba, en los cerros, donde funcionó desde 1959 la Compañía Minera Carolina de Michilla. Con los años, el pueblo fue urbanizándose en torno a la Ruta 1, que recorre el tramo entre Iquique y Antofagasta.
Con el cierre, muchos de sus habitantes están en la incertidumbre. De los 215 trabajadores que pertenecían a la empresa, 120 fueron reubicados en otras faenas, pero otros fueron desvinculados. Algunos, con más suerte, lograron conseguir trabajo en Chuqui o Sierra Gorda. «Nunca vamos a conseguir reubicar a todos los trabajadores de Michilla en otras compañías», admite Anesti Papasideris, gerente de Recursos Humanos de la minera.
Luis Céspedes, operador de camión de extracción, fue uno de los últimos despedidos.
-Al principio había comentarios no más, por el asunto del cobre, que no daba para más…- recuerda.
Su nieto, Lucas (13), fue sometido a un trasplante de corazón hace ocho meses. Cuando comenzaron a llegar las millonarias boletas del hospital, el abuelo quedó sin trabajo. En la casa donde viven desde hace 36 años, por primera vez están pensando en irse de Michilla.
Los que quieren vivir en este aislado punto entre el desierto y el mar, lo hacen por su tranquilidad. Durante el día, el único sonido que se puede escuchar por las polvorientas calles es el de los camiones que pasan por la carretera. Esa quietud cambia en febrero, cuando se celebra la «Semana Michillana». Esos días, todo el pueblo sale a la sede social a elegir a la reina del verano bajo el sol del desierto.
Michilla tuvo años buenos y no muy lejanos. En 2003 marcaron su récord de producción: 52.730 toneladas métricas de cobre fino (tms). Diez años después, se convirtieron en el primer pueblo de la región abastecido completamente con agua de mar desalinizada.
Eran otros tiempos.
Para la alcaldesa (s) de Mejillones, Soledad Santander, independientemente de que el poblado naciera al amparo de una empresa privada, el municipio siempre ha estado presente. Como botón de muestra, dice, ya está aprobada la reposición de la plaza, proyecto que está ahora en etapa de licitación.
Jaime Fernández, profesor de la escuela G-98 Lucila Godoy Alcayaga, la única del pueblo, es más realista.
-Cuando llegamos, el gerente de Michilla nos contó que el proceso productivo no daba para más de 12 años. Se cumplió tal como dijo.
Fernández cree que los rituales de despedida de la mina, como la cosecha del último cátodo, el 16 de diciembre, o el cierre definitivo, el 31, no repercutirán en un pueblo que se resiste a morir. Porque aunque haya un solo niño, la escuela va a seguir adelante, asegura.
CIERRE
Minera Michilla cerró el 31 de diciembre por agotamiento de sus reservas de cobre. ( El Mercurio )