Recuerdos y desafíos de los «hijos» del campamento minero de Chuquicamata

c1Cientos son los chuquicamatinos que están repartidos por todo Chile y el mundo que cada 18 de mayo recuerdan con nostalgia la tierra que los cobijó por tantos años. Añoran la vida que se vivía en ese lugar donde todos se conocían y se consideraban una familia. Con rabia y pena fueron testigos de cómo el hospital en que nacieron, las casas donde vivieron, sitios que recorrían con sus amigos e incluso sus establecimientos educacionales empezaron a ser tapados por los ripios debido al avance de la mina.

Cuando ya no daban más de impotencia, decidieron unirse y luchar para preservar lo que quedaba del campamento. Distintas agrupaciones se fueron formando y es así como hasta el día de hoy trabajan al cien por ciento para conservar el patrimonio cultural de este importante yacimiento.

Una tarea que ha tenido grandes hitos, como por ejemplo, la determinación de Zona Típica y el camino que se está realizando para que Chuqui sea nombrado Patrimonio de la Humanidad

Ad portas de que el yacimiento cumpla 101 años de vida recordamos a Chuquicamata, sus habitantes y los desafíos para que este campamento siga vivo en la memoria de todos los chilenos.

Una vida de recuerdos

Fany Alfaro es chuquicamatina de pies a cabeza. Hija y posteriormente esposa de trabajador de Codelco recuerda con nostalgia todos los años de vida que pasó en el campamento. «Chuquicamata para mí es todo. Donde nací, me críe, me casé, formé una familia es todo», dice Fany Alfaro.

Cuenta que en la última casa donde habitó en la población Las Flores vivió 38 años. «Estuve ahí cuando era hija de trabajador y después casada. Tengo muchos recuerdos alegres y también tristes. La mayor parte de mi vida está en esa casa», puntualiza.c2

Sus estudios de básica los realizó en la Escuela Superior Nº 4 y aún recuerda a su profesora, Mirta Aguirre de Alcota. Durante su juventud pasó los veranos participando en la Lisodech en diversos grupos y luego, como madre, lo hizo acompañando a sus hijos, quienes son todos chuquicamatinos. Fany Alfaro dice que toda su vida está en Chuqui y es por eso que para ella es muy importante que el campamento sea protegido y finalmente declarado Patrimonio de la Humanidad.

Actualmente, por motivos familiares, esta chuquicamatina vive en Copiapó. Sin embargo, siempre tiene presente la tierra que le brindó tantas alegrías.

En este aniversario, envía un mensaje a todos su coterráneos, sobre todo a los que viven en Calama para que sigan luchando en la preservación del patrimonio y memoria del campamento. «Mantengan esa fuerza para que el campamento sea protegido y nombrado Patrimonio de la Humanidad», concluye Fany Alfaro.

Un mundo distinto

La vida en el campamento era distinta. Muchos chuquicamatinos coinciden que vivir ahí era estar en una burbuja, pero no del modo negativo pues se formó una comunidad muy unida y que hasta hoy siente orgullo de haber pasado importantes años en esa tierra.

Ignacio Leiva tiene 22 años. Nació en Chuquicamata y pasó los primeros 14 años de su vida en el campamento. Ignacio recalca que a pesar de que estaban alejados y no llegaban las novedades que se daban en otras regiones nunca sintió que le faltara algo en Chuqui. «El campamento tenía todo lo que se necesitaba, además era un lugar en el que podías caminar tranquilo. Era un ambiente seguro y se vivía en paz», cuenta el joven loíno.

Karen Ruiz actualmente es enfermera del hospital Carlos Cisternas en Calama. Nacida y criada en Chuqui vivió durante 17 años en el mineral. Lo que más recuerda de la vida allí era cuando se celebraba Navidad.

«Las navidades eran únicas. Ir al pesebre en la plaza, la estrella del hospital, el árbol de regalos y después estrenar los juguetes en la plaza», dice Karen Ruiz. «Cada vez que voy me dan ganas de quedarme ahí. Yo volvería a vivir en Chuqui y sentir el viento típico . Sólo un chuquicamatino puede entender esa emoción», concluye la joven.

Chuquicamatina

Los recuerdos de Chuqui no sólo se encuentran en la memoria de las personas que nacieron en el campamento, sino que también en aquellos que decidieron ser chuquicamatinos por elección. Esos que llegaron desde lejos hasta esta tierra y pasaron los mejores años de su vida en el mineral.

Es el caso de Teresa Toledo, una sureña nacida en Valdivia, que vivió durante 27 años en Chuquicamata. «Yo llegué primero a conocer el norte como sureña y de turista. Estuve en Chuqui, me impresionó un poco el estilo de vida en el lugar, la diferencia entre los roles y también el paisaje que es bien distinto al sur. Cuando me fui pensé que nunca iba a volver pero al año siguiente ya estaba viviendo ahí», cuenta Teresa Toledo.

Trabajó como alumna en práctica en la empresa estatal y con el tiempo se hizo varias amistades. Después se enamoró, casó y fue madre de su único hijo, Francisco, quien nació en Chuquicamata y vivió ahí durante 17 años.

Al ser consultada sobre qué significa el campamento para ella, Teresa Toledo, dice que «Chuquicamata es todo. Era una vida diferente a lo que era el sur, pero muy bonita. Todos nos saludábamos y nos conocíamos. Teníamos hartos beneficios, pero se compensaba con el sacrificio que era vivir en una zona tan alejada», finaliza Teresa Toledo quien cuenta que aún conserva y recuerda las grandes amistades y personas que conoció durante su estadía en el campamento.

Camino al patrimonio

Cuando se cerró el campamento en 2007 las familias chuquicamatinas comenzaron una nueva vida en Calama. Nunca se imaginaron que la mina seguiría creciendo y que muchos lugares emblemáticos del campamento serían enterrados bajos los ripios y las llamadas «tortas».

Ante esto, y al ver cómo el campamento seguía siendo tapado, los chuquicamatinos comenzaron a agruparse y es así como lograron que el año pasado fuera declarado Zona Típica y que algunos sectores, como el centro cívico fueran protegidos por el Consejo de Monumentos Nacionales.

Hoy la tarea está en que el campamento sea declarado Patrimonio de la Humanidad, una labor que no es fácil de lograr y que conlleva un largo camino. El tesorero de la agrupación Hijos y Amigos de Chuquicamata, Julio Gaete, cuenta que ahora están centrados en el trabajo para que Chuqui pueda ser nombrado Patrimonio de la Humanidad: «Es un tema muy complejo en el que hay que trabajar bastante. También estamos trabajando en un modelo de gestión para planear cómo vamos a sostener Chuquicamata con el tiempo», dice Julio Gaete.

Comenta que además están pensando en potenciar Chuquicamata como un destino turístico aprovechando la cercanía con San Pedro de Atacama y los pueblos del interior de la provincia El Loa para así hacer una ruta atractiva. En definitiva, según la agrupación, son varios los desafíos que se vienen a futuro, por lo que este aniversario, también es una forma de impulsar a las personas que quieran a unirse a Hijos y Amigos de Chuquicamata, hacerse socios y trabajar para mantener lo que queda del campamento.

Preservando la cultura

Desde que los chuquicamatinos comenzaron a vivir en Calama fueron distintos los grupos que se fueron formando. Además de Hijos y Amigos de Chuquicamata, se fundó Lisodech Años Dorados, la Corporación para la Conservación de la Cultura Chuquicamatina, entre otros.

Fredy Legua es presidente de la Corporación para la Conservación de la Cultura Chuquicamatina, esta agrupación que aglutina a chuquicamatinos de nacimiento, como también a aquellos que llegaron de otras ciudades, pero vivieron en el campamento, cada año toma más protagonismo.

Legua cuenta que trabajaron en las gestiones para que en la cédula de identidad volviera a decir Chuquicamata y que, actualmente están preocupados de conservar la memoria en todas las iglesias que existieron en el campamento. De la misma forma, trabajan para que también se protejan áreas que quedaron fuera de la Zona Típica, como por ejemplo, la primera Refinería, para ellos, símbolo del patrimonio industrial y que debe ser protegido.

«Además queremos que rescatar la estación Chuquita, lo que era antes Punta de Rieles. Es muy importante porque es el lugar donde pisaron por primera vez tierra chuquicamatina aquellos que venían de otros lugares», dice Fredy Legua. Además recalca que están trabajando en el apoyo de las tesis de algunos estudiantes chuquicamatinos, sobre todo de arquitectura, que tienen relación con el campamento.

«Son varias tareas que tenemos a futuro y que queremos lograr con harto esfuerzo para así seguir conservando la memoria de este importante campamento, no sólo para chuquicamatinos, sino que para todo Chile», concluye Fredy Legua.

A 101 años de Chuquicamata, los hijos de este campamento tienen más presente que nunca la importancia de preservar la memoria e historia del lugar que cobijó a los hombres y mujeres de esfuerzo de la mina a rajo abierto más grande del mundo.

101 añosestá cumpliendo el 18 de mayo, el yacimiento y campamento de Chuquicamata. Una fecha que los chuquicamatinos esperan con ansias.

2007 fue el añoen que terminó el traslado de las familias que vivían en Chuquicamata hacia Calama.

1915 añoen que se dio inicio oficial a las faenas productivas del yacimiento de cobre de Chuquicamata.( El Mercurio de Calama)

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