Auge minero elevó a cerca del 20% la cantidad de segundas viviendas en el parque habitacional de la costa central

costaEn verano parecen hormigueros humanos. En sus pequeñas veredas pululan afuerinos y en sus calles trasladan un trozo de la congestión y el bullicio santiaguino. Pero llegado marzo, vuelve la apacibilidad que los caracteriza. La realidad de comunas balnearios como Algarrobo, El Tabo, El Quisco, La Ligua (Los Molles) o Puchuncaví (Maitencillo) fue por años parte del vaivén estacional del litoral central, pero con la bonanza minera de la última década estas zonas de tránsito se transformaron en escenarios de un auge inmobiliario, que no vino acompañado de la adecuada planificación.

Esto provoca situaciones como el vaciamiento de barrios poblados por departamentos sin residentes, un déficit de servicios y un daño a ecosistemas costeros, como los humedales.

La conclusión la evidencia un estudio del libro «En las costas del neoliberalismo», publicado por académicos de la UC y la UCV, que muestra los efectos del intenso crecimiento inmobiliario de estas zonas.

Según la investigación, 95.740 viviendas, equivalentes al 18% de todos los inmuebles de la Región de Valparaíso, corresponden a segundas casas, destinadas a lo que los investigadores llaman «turismo residencial». Este crecimiento se dio con fuerza entre 1992 y 2002, y se evidenció un aumento de un 46% de las segundas residencias, que pasaron de 256.093 a 473.830.

Estas viviendas se concentraron con más fuerza en Algarrobo, Concón, Puchuncaví, Casablanca, Santo Domingo, Papudo, El Quisco, El Tabo, La Ligua y Cartagena. En tanto, zonas más consolidadas como Valparaíso, Viña del Mar, San Antonio y Quintero mostraron crecimientos menores, con variaciones de entre 9% y un 28%.

Voltaire Alvarado, uno de los autores y doctor ante el Instituto de Geografía de la UC, señala que la situación «quedó en evidencia en comunas como Concón, que recibieron muchas viviendas que nunca se ocuparon y eran adquiridas como renta futura».

En otros casos, la generación acelerada de viviendas provocó un tensión entre lo rural de muchas zonas con su urbanización forzada. «Hay zonas llenas de edificios sin alcantarillado ni calles pavimentadas, y no tienen muchos servicios. En el litoral central hay muchas expresiones de un uso urbano, que también fue dado por la parcelación de agrado, donde subsiste un carácter rural», añade.

Efectos medioambientales

Esta expansión inmobiliaria ha tenido efectos en el medio ambiente. El estudio resalta que «ha atentado contra la sustentabilidad de la zona». La expansión cercana a las grandes ciudades de la región, como Valparaíso, Viña del Mar, Concón, San Antonio y Casablanca ha traído un aumento de la vegetación artificial en un 13% en promedio y pérdida de la cobertura vegetal que varía por sobre un 10%. Además, se ha generado un aumento de sitios eriazos.

Para Alvarado, se requieren múltiples aproximaciones. Entre ellas, una planificación más focalizada en áreas costeras, con planes reguladores en que se establecen los riesgos. «También se necesita un cambio institucional con una dirección nacional de borde costero», dice.

Pablo Contrucci, jefe de desarrollo urbano del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, dice que la planificación urbana «cuenta con instrumentos que si son bien utilizados y actualizados pueden propender a desarrollos mixtos, en los que se combinen los usos residenciales con los de servicio. Estos son buenos atractivos para residentes permanentes y viceversa».

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Hay zonas sin alcantarillado o calles pavimentadas, a pesar de contar con edificios( El Mercurio )

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