Alrededor de las dos y media de la tarde el jueves 5 de agosto del 2010, 33 mineros se quedaron atrapados en un derrumbe ocasionado en la comuna chilena de Caldera, a 30 km al noroeste de la ciudad de Copiapó. A 720 metros de profundidad estuvieron atrapados estos hombres duran 69 días.
Ese mismo día en la noche comenzó el trabajo de planificación para poder sacar a los 33 mineros del yacimiento San José de la empresa San Esteban, en donde se encontraban atrapados. La logística estuvo a cargo del ingeniero Miguel Fortt Zanoni. En la madrugada del viernes, grupos de rescatistas empezaron a trabajar para lograr acceso por una chimenea de ventilación, pero lamentablemente un nuevo derrumbe se produjo en la tarde del sábado, necesitando entonces maquinaria pesada para continuar con las tareas.
Transcurrieron 17 días y los familiares y personas encargadas del rescate no sabían si los mineros se encontraban con vida, por lo que el entonces presidente de Chile, Sebastián Piñera, ordenó que se levantara una cruz en memoria de los mineros, por si acaso. «¿Qué tal si no los encontrábamos en 17 días, en 20 días, en un mes, en dos meses?», dijo Piñera en una entrevista que dio recientemente a Rosa Flores de CNN. «¿Qué tal si los encontrábamos y estaban todos muertos?».
Fue hasta el 22 de agosto que una sonda exploratoria recorrió 688 metros hasta llegar al refugio en el que se encontraban los 33 mineros. La sonda llevaba una cámara que permitió ver a nueve trabajadores quienes expresaban con emoción que se encontraban sin novedad. «Estamos bien en el refugio, los 33», escribieron los sobrevivientes en un papel que enviaron a la superficie por medio de la sonda.
Después de esto, los ingenieros decidieron perforar un agujero de 12 centímetros de diámetro y 800 metros de profundidad, por medio del cual le pudieron suministrar comida, medicamentos e incluso iPods con música a los mineros de Chile. Cuando los familiares de los mineros se dieron cuenta de que sus seres queridos estaban atrapados en una mina de oro y cobre, estallaron las emociones. Algunas esposas y madres corrieron a la mina San José y exigieron a los grupos de rescate que siguieran buscando a los mineros. Padres y hermanos trataron de romper el cerco y entrar a la mina para liberar con sus propias manos a sus seres queridos. La angustia y emoción al mismo tiempo era inmensa al saber que sus familiares estaban atrapados, pero con vida en la mina de Caldera.
Después de transcurrir 69 días, el 12 de octubre de 2010 el campamento «Esperanza» en la superficie de la mina San José, estalló de alegría tras el rescate de los primeros mineros. A las once de la noche inició el descenso de los socorristas. Media hora después tras un viaje de 16 minutos en el túnel, emergió la cápsula con el primer minero identificado como Florencio Ávalos.
Al salir se abrazó con sus familiares y fue llevado a un hospital de campaña instalado en el sitio, para una revisión y posteriormente fue trasladado al Hospital de Copiapó donde estuvo dos días. El mismo procedimiento fue con los otros 32 mineros hasta que a las diez de la noche del día 13 de octubre, emergió el último minero, Luis Urzúa, llamado el «jefe» tras 22 horas de ardua labor de rescate. ( El Universal)