Jorge Sánchez (26) y Enrique Ojeda (34) cumplen hoy nueve días a más de 200 metros de profundidad, en Chile Chico. Familiares y compañeros mantienen una olla común en el sindicato, con – 5° grados y ya bajo Estado de Excepción.
Así lucía ayer la excavación minera Delia II, después de que nuevamente nevara.
“Son las cosas del destino. Algunos compañeros que iban terminando el turno fueron los últimos en tener contacto con Jorge. El les dijo que era su última carga y que ya subían para ir a cenar. Los demás alcanzaron a salir, y en cosa de segundos pasó el accidente”, relata el presidente de Sindicato de Trabajadores de Minera Cerro Bayo, Gustavo Veroiza, mientras participa en la olla común que cada día se prepara en la modesta sede de la agrupación, en espera de noticias de Jorge Sánchez (26) y de Enrique Ojeda (34).
En el ambiente hay tensión. Esperanza. Y mucho frío. Hoy ya se cumplen nueve días desde el derrumbe e inundación que afectó al yacimiento Delia II, en Chile Chico, Región de Aysén. Familiares y amigos siguen arremolinándose junto a la casona de madera del sindicato minero. Ayer, además, fue el primer día del Estado de Excepción por Catástrofe, decretado por la Presidenta Michelle Bachelet. Y en la calle nieve. Mucha nieve.
Jorge, el más joven de los accidentados, entró a la mina como ayudante de perforista, pero rápidamente llegó a ser operador de scoop o cargador. Su misión el día del accidente era recoger el material del nivel 55, el más profundo del yacimiento, y cargarlo en el camión que manejaba Enrique, quien lo llevaría a la superficie. En eso estaban.
“Jorge es pura risa, muy bueno para la talla. Como en la minería todos nos ponemos apodo, a él le pusimos ‘sopita de yaco’, pero con mucho cariño. Hasta él mismo se decía así. El yaco es un fierro bien pesado, la punta de la barra con la que se perfora”, cuenta uno de sus compañeros, José Vásquez. Sus amigos destacan su faceta deportista, como futbolista del club de Chile Chico, y su afición tuerca, pero sobre todo su carácter chispeante. Oriundo de Coyhaique, es casado, tiene un hijo pequeño y su esposa también juega fútbol en el mismo club.
El Schumacher
Enrique Ojeda, en tanto, el otro trabajador accidentado, es de Maullín (Los Lagos), pero ya radicado en Chile Chico. Mucho más antiguo en estas labores que Jorge, se desempeña como operador de dumper (camión de carga) desde el 2000, durante la primera etapa del yacimiento.
Vive con su pareja y una hija, y sus compañeros lo conocen como “El Schumacher” o “Schuma” (en referencia al piloto alemán ex multicampeón mundial de Fórmula 1, Michael Schumacher), pero como una ironía, por su excesivo celo a acelerar en sus inicios, como conductor de camiones de minería.
Sus familiares están en Chile Chico a la espera de noticias y no han querido tener contacto con la prensa. “A Enrique lo conozco poco, es más calmado y reposado, es lo opuesto de Jorge. Pero no es enojón, sólo reservado, de pocas palabras; con sus amigos más cercano es muy bueno para la talla”, señala Veroiza.
Entre sus compañeros es notorio el cariño hacia Jorge y Enrique, especialmente en un pueblo pequeño como Chile Chico, de pocas calles y donde todos se conocen. Allí los lazos comunitarios son mucho más fuertes. Y la desesperación ante el drama también.
“Ambos son personas tranquilas y comprometidas con su trabajo, con su familia, con sus amigos, con mucho espíritu para salir adelante, como todos acá. No es fácil trabajar en la minería en estos lugares y con este clima”, precisa Belisario Aguila, otro compañero, de los que están en vigilia permanente en la sede sindical.
“Nunca había pasado un accidente así por acá, con una inundación. Tenemos que trabajar con agua en el fondo que vamos sacando con bombas”, cuenta José Antiñirre, quien trabaja en la misma faena donde se produjo el accidente. Los cuestionamientos a las medidas de seguridad ya se tornan cada vez más frecuentes.
Según relatan los trabajadores, desde que empezó la explotación minera en Chile Chico ha habido cinco muertes. “Mi marido fue el primero, en 1996. Se cayó por una de las chimeneas, desde una altura de 40 metros. Por eso, ver lo que está pasando con Jorge y Enrique me ha traído los recuerdos más tristes de mi vida. Comprendo plenamente la angustia que sufren sus familiares.
Por lo mismo, no dudé en ayudar. Incluso con mi club organizamos la marcha del miércoles”, comenta María Alarcón.
Ella es una de las voluntarias del club deportivo femenino “Chisol”, que participa activamente, las 24 horas, cocinando en la olla común del sindicato.
Su compañera de club, Paola Ruiz, destaca el apoyo de la ciudadanía. “El sindicato tiene medios, pero todos voluntariamente nos envían cosas, abarrotes, carne, de todo. La gente es muy generosa: asociaciones indígenas, los profesores, los comerciantes, hasta Carabineros nos ha mandado ayuda. Estamos muy unidos en esto”.( La Tercera )