Véronique Bégin y Élise Borgeat son dos jóvenes canadienses que decidieron conocer Sudamérica antes de comenzar su vida laboral. Gracias a los datos de otros mochileros llegaron a Pan de Azúcar, donde acamparon, degustaron la cocina local y recorrieron los senderos del principal Parque Nacional de Atacama. Les encantó, pero querían más. Estaban interesadas en recorrer el interior de la Provincia de Chañaral y observar, principalmente, su glorioso pasado minero. No les fue bien, los lugareños conocían poco de la zona y las mandaban a Bahía Inglesa o al Valle del Huasco, nadie entendía las ganas que tenían de adentrarse en el desierto. Las turistas insistieron hasta que un conductor que iba a Inca de Oro las llevó en su vehículo. Tuvieron suerte, el chofer conocía bien la zona y les mostró algunos de los lugares de alto valor paisajístico, cultural y patrimonial que posee. Al final del viaje, Véronique y Élise, descubrieron zonas y gente maravillosa, pero que son absolutamente desconocidos incluso para los atacameños.
Atentos a esa realidad, el Programa de Planes y Proyectos Urbanos (PPU) de la Universidad Católica, financiado por el Fondo de Innovación para la Competitividad del Gobierno Regional de Atacama, busca poner en valor los sitios de interés de este territorio, a través de un proyecto de investigación aplicada denominado: “Diseño de Ruta Turística y Plan Estratégico de Turismo, Provincia de Chañaral”, dirigido por el profesor Osvaldo Moreno y los investigadores Tomás Gómez, Osvaldo Moreno, Ximena Arizaga y Sebastián Palacios, con quienes este medio recorrió esta ruta ubicada entre la cordillera y el mar.
La aventura comenzó en Copiapó, la capital regional, hacia Inca de Oro a unos 100 kilómetros al norte por la ruta C-17. La carretera presenta algunos baches menores que se olvidan al apreciar las tonalidades amarillas y magentas que dejó el desierto florido y que contrastan -en algunos tramos- con miles de placas solares instaladas en una de las regiones con más radiación del planeta.
Inca de Oro no tiene más de 400 personas. El pueblo mantiene una arquitectura de principios del siglo XX, caracterizada por casas de un piso de fachada continua y construidas en base a adobe, madera y techos de zinc. Estas viviendas se levantaron en tiempos en que el pueblo era conocido como Cuba y brillaba de abundancia y desenfreno debido al boom de la minería de plata y oro, alcanzando los 2.324 habitantes en 1940.
Una vez en el lugar, se puede visitar el pasado de este territorio a través de la reconocida ruta minera de Inca de Oro. El guía local Fidel Arancibia, es uno de los más preparados para mostrar esta fascinante y desconocida ruta.
La primera parada obligada es la mina La Cirujana que funcionó hasta los 80. Aún conserva algunas de las viviendas de madera y un peinecillo (estructura de madera que servía para descender y ascender a la mina), típicos de los campamentos de principio del siglo XX. Unos kilómetros más allá, están Las Guías, que todavía posee actividad minera a menor escala.
Destaca la estructura de una antigua escuela de madera que ha soportado por décadas la inclemencia del desierto. Se pueden apreciar en los alrededores una gran variedad de objetos mineros antiguos como un camión de los años cincuenta destartalado, pero cuya cabina sigue incólume y otro peinecillo de la vieja usanza pirquinera.
El trayecto continúa hasta la mina Sebastopol. Se trata de la mejor conservada de todas, tiene casi intacta la casa del “patrón”, bodegas, un peinecillo con riel y carro, además de una vista panorámica del valle.
La última parada de esta ruta es la emblemática mina Tres Puntas, que funcionó entre los años 1848 y 1922, produciendo grandes cantidades de plata. En sus primeros años Tres Puntas albergó a cerca de 4.000 personas que se vieron atraídas por las grandes vetas de plata. Este apogeo duró pocos años, pues ya en 1920 solo quedaban 61 personas.
Hacia el Noreste de Inca de Oro tomando la ruta C-253, está la Finca de Chañaral que se emplaza en medio de la quebrada Chañaral Alto y que se caracteriza por sus escarpadas laderas rocosas y un fondo de valle poblado por árboles y arbustos poco comunes en esta parte del desierto.
Los primeros registros de este lugar datan de tiempos prehispánicos cuando los mensajeros de la civilización Inca o Chasquis, lo utilizaban como Tambo o lugar de descanso y recarga de agua y comida. La Finca De Chañaral es parte del camino del Inca (Qhapac Ñam). Por lo mismo se pueden ver vestigios incaicos.
Es un verdadero oasis que los antiguos viajeros aprovechaban antes de internarse por El Despoblado de Atacama, que iba desde el norte del Valle de Copiapó hasta San Pedro de Atacama.
Desde ahí, la ruta ofrece dos opciones: seguir rumbo al Norte en dirección a la ciudad de Diego de Almagro (unos 40 kilómetros) o continuar por la ruta C-257 que transcurre por el lecho de la quebrada Chañaral Alto rumbo sureste hasta el sector de Las Vegas. Este sector se caracteriza por la presencia de humedales andinos con abundancia de colas de zorro (Cortaderia Atacamensis) de gran tamaño que sobresalen en medio de áridas montañas. Impresiona también la presencia la quebrada modelada por los recientes eventos aluvionales: surcos asombrosos y también peligrosos, por lo que el lugar requiere de máxima atención y cuidado.
Volviendo a Inca de Oro por el camino C-289 puede detenerse en la Viñita del Desierto y comprarle un pajarete a Don Eliseo, un ermitaño amable, conversador y atento, que hace vino en el desierto hace más de 20 años. Son mostos orgánicos que produce en pequeñas cantidades. “entre 300 y 400 litros por año”, asegura. Lo hace de manera artesanal, en la hectárea de viñedos que posee y cuya tierra comparte con damascos, membrillos, higos, algunas hortalizas, gallinas, conejos, tres perros y un gato.
Otra alternativa desde Inca de Oro hacia el norte es retomar la ruta C-17 a la ciudad de Diego de Almagro. Desde ahí se recomienda subir a la cordillera de los Andes y el salar de Pedernales. En ese lugar se encontrará con el ex poblado ferroviario de Llanta, un asentamiento que prestaba servicios de mantención al histórico tren minero que unía la fundición de Potrerillos y el puerto de Barquito y que funcionó hasta el catastrófico aluvión del año 2015.
Llanta guarda casi intacto edificaciones destinadas a la mantención del ferrocarril minero además de conservar viviendas, canchas de fútbol y hasta piscinas que fueron construidas para la población que durante años habitó y trabajó prestando servicios al paso del tren.
El camino continua rumbo al Este, utilizando la ruta C-163 que se interna por el valle del rio Salado llegando a la cordillera de Domeyko o pre cordillera de los Andes. Esta formación geológica asombra por la calidad escénica que ofrece pudiéndose distinguir estratos perpendiculares al horizonte, una gran variedad de colores indicio de la presencia de minerales de diferente tipo y escarpados acantilados que coronan lo más alto del valle del rio Salado. Durante este trayecto es posible apreciar infraestructuras abandonadas del tren minero tales como pequeñas estaciones, túneles que permitieron el paso del tren por escarpadas laderas de montaña y rieles retorcidos.
El salar de Pedernales marca el fin de esta ruta y el comienzo del poco explorado mundo altiplánico de esta provincia. El camino que lleva a Pedernales está marcado por la presencia de vegas andinas, antiguas estaciones de ferrocarril y la intersección de los caminos C- 163 que sigue el rio Salado y la ruta C-13 que conduce al poblado minero de Potrerillos, lugar que posee una arquitectura industrial de gran valor, pero que aún no se puede visitar sin un permiso especial de Codelco. Siguiendo por este camino se puede llegar al paso internacional San Francisco que atraviesa hacia las provincias argentinas de Catamarca, La Rioja y Córdoba.
Si se decide volver a Chañaral, hacia la costa, se encontrará con grandes instalaciones de plantas fotovoltaicas que contrastan con el paisaje desértico al mismo tiempo que asombran por su impronta de revolución tecnológica. El desierto de Atacama es considerado como el lugar con mejor radiación solar en el mundo, característica que ha permitido un desarrollo exponencial de la industria solar. Alrededor de Diego de Almagro se encuentran las plantas solares Chañares (40 MW) y Diego de Almagro (52 MW), esta última fue la primera planta solar de gran escala construida en Chile.
Finalmente, aparece Chañaral y su Iglesia de 1864 (Monumento Histórico desde 1977 y refaccionada en 2015 y conservando su arquitectura original) o la Anglicana de 1870 (Monumento histórico 1994) ambas paradas obligadas de este puerto que también ofrece un viejo cementerio de trenes a la entrada del histórico Puerto de Barquito (no tiene accesos habilitados), un interesante museo y numerosas viviendas emblemáticas, como la Casa Molina, declarada Monumento Nacional en 1985, entre otras maravillas poco conocidas y valoradas.
Por: Christian Palma, Radio Nostàlgica