Si nosotros hubiéramos hecho una gran inversión en investigación, ciencia y tecnología, hace 15 o 20 años, otro gallo cantaría. Hoy, Chile solo pone el terreno y la radiación que nos llega de regalo, pero el recurso humano y la tecnología asociada son extranjeros.
Es Chile una angosta faja de tierra que cobija a un país que actualmente es bicampeón de América en fútbol y monarca de la concentración económica en la OCDE. Los éxitos futbolísticos son historia reciente, actual, de hecho.
En cambio, la concentración es una competencia que tenemos ganada desde que nos incorporamos a las ligas de la OCDE.
A propósito de competencias ganadas y perdidas como país, podemos apreciar la historia del último siglo, que ha sido señal inequívoca de la debilidad del modelo extractivista. El auge del salitre desde fines del siglo XIX y comienzos del XX, así como su posterior reemplazo, generó gran impacto en la economía nacional.
También ocurrió con el carbón. Recordemos su ciclo de vida, desde el apogeo hasta el cierre de las minas que se dedicaban a ello, con el claro impacto laboral y económico del que la ciudad de Lota es prueba viva.
Actualmente, la economía chilena se sustenta en un porcentaje relevante por el “sueldo de Chile” y es justamente la variación del precio internacional del metal rojo una de las piezas clave en nuestro sistema de recaudación pública. Sin embargo, aunque no se avizora un agotamiento de las reservas, no podemos asegurar que en un futuro cercano no sea también reemplazado por un conductor eléctrico derivado del avance tecnológico.
Aunque se comenta que errar es humano, investigaciones recientes del MIT sugieren que el cerebro humano aprende principalmente de los aciertos. Ello, porque se constató que tras los aciertos se activan dos regiones cerebrales concretas vinculadas con el aprendizaje y la memoria, en cambio, no ocurre lo mismo tras los desaciertos.
Claramente existen cosas que se han hecho bien durante los últimos años, esta segunda administración Bachelet pasará a la historia como la que integró los sistemas de transmisión eléctrica y la que tuvo las mayores inversiones en desarrollo energético, especialmente en la instalación de plantas fotovoltaicas, de la que se tenga memoria. Sin embargo, dejamos pasar la oportunidad de ser nosotros los generadores de tecnología e innovación asociada a esta industria.
Si nosotros hubiéramos hecho una gran inversión en investigación, ciencia y tecnología, hace 15 o 20 años, otro gallo cantaría. Hoy, Chile solo pone el terreno y la radiación que nos llega de regalo, pero el recurso humano y la tecnología asociada son extranjeros.
Pese a nuestros errores o dejaciones, esta tierra generosa nos sigue entregando nuevas oportunidades, como queriendo decirnos «vuélvanlo a intentar», es así como las energías renovables como la eólica, mareomotriz, geotérmica e incluso aún en la solar, son oportunidades de desarrollo que no podemos dejar pasar.
Que no nos pase lo mismo con el litio y la industria de electromovilidad asociada. Recordemos que Chile posee cerca del 52% de las reservas de litio del mundo y están en el Salar de Atacama, de propiedad de la Corfo. Es por ello que en Chile se deben instalar los más grandes centros de investigación de baterías y toda la industria asociada al auto eléctrico y sus derivados. De lo contrario se repetirá la historia.
Debemos aprender del pasado y no dejar pasar esta nueva oportunidad.
Iván Morán
Ingeniero Civil Industrial. Secretario General del Partido Liberal
René Fernández Montt
Profesor del Centro de Estudios Organizacionales de la Universidad de Santiago. Economista del Partido Liberal.
- El Mostrador.