Hay un dicho entre los mineros que dice que para explotar una mina, se necesita otra mina. La inversión sólo para la exploración del terreno, puede rebasar el millón de dólares. La suma final la dan los costos de perforaciones, muestreo y estimaciones de reservas de cada uno de los materiales buscados, entre otras cosas.
Sin embargo, las ganancias son muy generosas, razón por la cual algunos de los hombres más ricos de nuestro País están detrás de las principales compañías de México del ramo, como Peñoles y Grupo México.
Datos del Banco de México indican que el sector minero-metalúrgico en nuestro país representó el quinto lugar en las divisas generales del periodo 2012-2013 y ésta industria se mantiene como el principal productor de plata en el mundo.
Según el Informe Anual 2014 de la Cámara Minera de México (CAMIMEX), esta actividad tiene presencia en 24 de las 32 entidades federativas. En este reporte se dice que el precio internacional de los metales ha descendido en los últimos dos años y que las nuevas formas de la tributación de la minería han derivado en la imposición de más impuestos y la eliminación de deducciones fiscales de los gastos en exploración en el año en que se realizan, “situación que ha impactado en la competitividad y el desarrollo de la minería mexicana”.
Las finanzas de compañías cuyo objetivo es generar el máximo posible de ganancias, determinan el tipo de tecnología con los que se obtendrán los recursos metalúrgicos y la eficiencia en el manejo de procesos. Tal parece que en pos del mantenimiento de un nivel de ganancias se han descuidado “detalles” técnicos que trascienden la barrera del accidente, para instalarse en el paraíso de la laxitud normativa con que es protegido el medio ambiente.
Para el doctor José González Chávez, investigador de la Facultad de Química de la UNAM y especialista en química analítica ambiental, existe metodología, tecnología y conocimiento en México para el desarrollo óptimo y con el menor impacto ambiental posible de una de las industrias con mayor tradición. Sin embargo, el asunto se centra en cuánto realmente quieren gastar las compañías en estas herramientas.
Paso a pasito
Desde el momento que se hace la exploración del terreno hay un impacto ambiental ocasionado por los trabajos de perforación hasta por la apertura de carreteras y el movimiento de vehículos que se efectúa a través de ellas.
Existen principalmente dos tipos de minas: a cielo abierto y subterráneas. “Es más fácil controlar el polvo en las segundas porque se pueden colocar filtros en las salidas. A cielo abierto es más complicado, porque mediante las explosiones exteriores es imposible tener un filtro que abarque todo”, señala González, sobre el impacto de la contaminación del aire de las mineras.
Después de la explotación y fragmentación del material, sigue el proceso de trituración. Todo esto continúa generando polvos de los diferentes minerales extraídos. Los métodos se diversifican y especializan según el material específico, pero de manera general se puede decir que posteriormente se realizan los tratamientos húmedos.
La molienda antecede la separación de minerales. Mediante celdas de acondicionamiento se agregan ciertos reactivos químicos, como activantes y depresores que ocasionan que algunos de esos minerales floten. Después son sometidos a procesos de lavado.
Posteriormente los materiales se atacan en lo que se conoce como lixiviación y en donde se emplean químicos como el ácido sulfúrico, indispensable para la obtención del cobre, o el cianuro para el oro.
Química para todos
El ácido resultante tiene que neutralizarse, aunque en ocasiones se pueden meter nuevamente al proceso. “Los lixiviados se pueden recuperar mediante en piletas de recolección. Esto también evita que estos líquidos contaminen los suelos”, señala el especialista.
Cuando se procesan los minerales, también se generan desechos sólidos que reciben el nombre de jales. El químico explica que desde el inicio del proyecto se tienen que hacer estudios geológicos que garanticen que el suelo de la zona donde se depositarán los desechos no es permeable, pero aunque el suelo no tenga esta condición o sea de baja permeabilidad, se deben poner recubrimientos de polímeros.
González explica que los desechos a veces no se explotan porque actualmente no son económicamente rentables. “Pero pensando en un futuro donde no tendríamos la misma disposición de esos minerales y con la expectativa de un precio a la alza por esas razones, entonces sí podrían ser costeables”.
El investigador dice que hay normatividad para determinar si los residuos son peligrosos o no. De hecho, el entrevistado ha formado parte de grupos de estudio que brindan sugerencias sobre los límites recomendados. Probablemente otra parte de la historia radique en cómo se aplican las normas.
Para evitar el temido drenaje ácido, como se le conoce a las reacciones ocurridas entre los minerales, el oxígeno y microorganismos propios del terreno, se debe verificar desde un inicio la existencia de material en la zona que limite sus efectos corrosivos. Existen rocas con gran capacidad de neutralización, como el caso de la calcita.
Entre matraces y bacterias
La biotecnología minera también es otra fuente de conocimiento clave para lograr mayor efectividad en algunos procedimientos. “Así como las bacterias tienen un papel negativo en acelerar la generación de drenaje ácido, también ayudan a procesar el mineral”, comenta.
“Algunas de las bacterias más comunes son los thiobacillos, que oxidan al mineral y la energía obtenida les sirve para su metabolismo y reproducción. Se considera que este tipo de bacterias acelera el proceso hasta un millón de veces”, señala el especialista y explica que por ahora no funcionan para producciones metalúrgicas grandes por la lentitud de su metabolismo, pero se realizan estudios que ayuden a catalizar su acción.
“Los procesos para concentrar el oro, se realizan a través de la cianuración. Es un proceso muy tóxico, pero no se ha encontrado nada que sea tan eficiente para la recuperación de este metal. Se puede realizar químicamente, pero también con el apoyo de las llamadas cianobacterias”, señala y agrega que la biotecnología también puede ser utilizada como un método más económico, aunque el medio ideal es una mezcla de éste y los procesos químicos.
González señala que más que desarrollos tecnológicos, el futuro de la minería está en hacer que los procedimientos sean más eficientes desde el punto de vista químico. En este sentido, la ciencia es fundamental para meterse al interior del proceso según las nuevas condicionantes de los terrenos y los materiales. “Hay recetas ‘de la abuelita’ que han dictado ciertos valores y metodologías, pero los minerales son diferentes, cada vez son de menor riqueza que los que existían hace muchos años, así que ya no deben obtenerse de la misma manera, se requieren estudios más profundos y específicos”, que según el investigador también pueden ayudar a disminuir su impacto ambiental.
( Fuente: Vanguardia )