Imaginen un mundo donde los automóviles sean 100% eléctricos y se recarguen solos mientras dormimos. Donde las baterías en nuestros vehículos puedan suministrar energía para nuestros hogares y oficinas, con suficiente energía restante para además reintegrar un poco a la red eléctrica.
Donde vehículos autónomos y cero emisiones contribuyan a que estemos más seguros y protejan la calidad de nuestro aire. Donde el último kilómetro de cualquier entrega sea el más limpio. Y donde los vehículos y ciudades conectados hagan de las congestiones de tránsito algo del pasado a pesar de una población urbana en crecimiento.
A pesar de que esto puede parecer algo muy lejano, es en realidad una visión perfectamente realista de un futuro no tan distante. O mejor dicho, podría serlo. Porque también existe otro escenario. Uno donde las calles del centro de la ciudad estén congestionadas y enfrenten embotellamientos permanentes. Donde la contaminación alcance niveles peligrosos. Donde la biodiversidad y la naturaleza sean avasalladas por el concreto y la industria. Y donde los combustibles fósiles se agotan, sin un plan B.
Solo se necesita ver el número creciente de advertencias sobre la calidad del aire en países como Estados Unidos, China e incluso Europa, o sencillamente conducir por su propia ciudad durante una hora peak para ver que ya está comenzando el tránsito.
Yo sé cuál futuro elegiría. Pero claramente no sucederá por casualidad. Construir ese futuro requiere que emprendamos acciones colectivas en este preciso momento.
Para ver por qué, retrocedamos un poco. Hace treinta años, las Naciones Unidas establecieron la Comisión de Brundtland para unir a los países y abordar el desarrollo sustentable; y los comprometieron a atender las necesidades de las generaciones actuales sin poner en riesgo la capacidad de las generaciones futuras para atender las suyas.
En otras palabras, encárguense del presente pero no se olviden del futuro.
Algo más que hablar…
Fue la primera vez que el desarrollo ambiental y económico fue abordado conjuntamente. Desde entonces, se ha logrado un gran progreso, con avances sin precedentes como el acuerdo COP21 de París, la determinada contribución de la Unión Europea para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 40% para el 2030 en comparación con los niveles de 1990.
Una multitud de marcas y negocios también están poniendo en orden su propia comunidad, lo cual significa que hay muchos diálogos y buenas intenciones allá afuera. Pero mientras que los planes y objetivos son excelentes, para lograr el futuro que todos queremos, necesitamos hacer algo más que hablar. Debemos replantear casi todo lo que sabemos acerca de cómo proveer energía para nuestras vidas, después comenzar a comportarnos de manera diferente.
Específicamente para aquellos de nosotros que estamos en los sectores de movilidad, se trata de ir más allá de los automóviles que ponemos en las calles, para tomar en cuenta las estaciones de combustible para el futuro. Los sistemas de carga energética. Las conexiones entre los vehículos y su entorno.
Y cómo usamos nuestras tecnologías para proveer energía limpia, accesible y asequible en la vida moderna. No únicamente en los países prósperos o desarrollados. En todas partes. La compañía donde trabajo, Nissan, durante largo tiempo ha sido defensora de un futuro más limpio, más seguro y más justo basándose en la electrificación, una visión que seguimos convirtiendo en realidad a través de nuestra iniciativa de ecosistema de vehículos eléctricos. Con vehículos de cero emisiones, como el nuevo Nissan LEAF lanzado en Europa este mes, esencialmente, este ecosistema también se extiende a otras áreas vitales como son soluciones de almacenamiento de energía doméstica más inteligentes y renovables, así como ciudades integradas.
Fuente positiva
Creo firmemente que las empresas deben tomar el liderazgo para desarrollar un futuro sustentable y apremiar a los responsables de la formulación de políticas a hacer más. Tenemos que trabajar juntos.
Por supuesto, algunos países y ciudades son líderes evidentes. Como Noruega, uno de los mercados más progresistas del planeta en cuanto a la adopción de automóviles eléctricos. Allí, ni siquiera podrán comprar un vehículo con motor de combustión después del 2025.
Naturalmente, las empresas en el mundo también se encuentran en diferentes etapas de este viaje. Pero lo que es claro es que aquellos que están poniendo la sustentabilidad y su propósito en el centro de su trabajo están comenzando a tener un mejor rendimiento que quienes no lo hacen. ¿Por qué? Porque los consumidores quieren comprar a empresas que sean una fuente positiva y sustentable, no solo una fuente de ingresos.
Ninguna ciudad, gobierno, empresa o incluso organizaciones no gubernamentales pueden hacer esto solos, sin importar qué tan poderosos o bien intencionados sean. Hacer los cambios masivos necesarios para nuestras comunidades, empresas y vidas requiere que tomemos un enfoque conjunto e invirtamos el tiempo, la energía y los recursos para la electrificación de nuestro mundo futuro. Los responsables de la formulación de políticas y las autoridades locales deben hacer su parte, impulsando la transformación de la infraestructura energética, a su ritmo y escala. El sector privado debe adoptar las flotillas vehiculares de cero emisiones y operaciones neutras en carbono. Y todos debemos darle al público un motivo para creer y para cambiar.
Hagamos eso y un mundo más limpio, más seguro y más justo estará a nuestro alcance. Fallemos y recibiremos una descarga o shock eléctrico de la cual tardaremos décadas en recuperarnos.
Creo firmemente que las empresas deben tomar el liderazgo para desarrollar un futuro sustentable y apremiar a los responsables de la formulación de políticas a hacer más.
Tenemos que trabajar juntos.
( El Mercurio)